La conversión de Sandra Elam

Autor: P. Angel Peña O.A.R  

Sandra Elam dice sobre su conversión:

Durante 30 años fui atea y pensaba que los cristianos eran fanáticos, no podía comprender cómo alguien podía rechazar el aborto o la eutanasia, Mi padre era ateo y, desde los siete años, viví sin Dios, excepto durante unos meses en que canté en el coro de la iglesia presbiteriana.

Me casé con un católico, pero no le permití que colgara un crucifijo de la pared de nuestra habitación. Yo despreciaba a los que creían en Dios.

Mi camino a Dios comenzó en noviembre de 1995, cuando mis dos hijos, Kevin y Rebeca, empezaron a aprender la Biblia en una escuela cristiana.

Yo también empecé a leer la Biblia, muchas de cuyas historias desconocía.

En 1997, mi esposo y mis hijos iban a la misa católica los domingos, mientras yo me quedaba en casa.

Un día decidí ir a la iglesia protestante, a cuya escuela iban mis hijos a estudiar la Biblia y me gustaron los sermones del pastor y la buena música.

Comencé a creer en Dios, pero no a amarlo ni a servirlo.

Durante seis meses, asistí a esa iglesia protestante, pero un día el profesor de Biblia dijo que el Espíritu Santo revela a cada uno el verdadero significado de cada pasaje bíblico.

Yo le dije: ¿cómo puede cada uno interpretar distintas cosas, si todos están inspirados por el mismo Espíritu Santo? ¿Quién tiene la razón? Me retiré del estudio bíblico.

Un amigo me prestó el libro Surprised by truth (Sorprendidos por la verdad) de Patrick Madrid, que describe la conversión de varios protestantes a la Iglesia católica, y respondía a varias de mis preguntas.

Empecé a leer libros católicos y escuché cassettes.

El día de Pascua de 1998, fuimos en familia a la misa de la basílica de la Inmaculada Concepción en Washington D.C.

Por primera vez en mi vida, me di cuenta de que la misa no era como un servicio protestante, sino el momento en el que Jesús se hace presente en el altar, en la Eucaristía, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad bajo las apariencias de pan y vino.

Ahora puedo decir que, a través del estudio, llegué a conocer que Dios existía, pero a través de la misa, llegué a convencerme del amor de Dios.

La enseñanza moral que más me costó aceptar fue la contracepción.

Leí el pasaje, donde se describe el pecado de Onán, que derramó su semilla antes de darle un hijo a Tamar. Y me sorprendí al saber que hasta 1930 todas las iglesias cristianas habían rechazado la contracepción, pero que ese año la Conferencia de Lambeth de la Iglesia anglicana, había aceptado permitir los métodos anticonceptivos a los matrimonios.

Y, en los años sucesivos, todas las iglesias cristianas, menos la Iglesia católica, habían aceptado estos métodos artificiales de control de natalidad.

Por eso, a mis 37 años, en julio de 1998, no quise usar más anticonceptivos y comencé mi preparación para hacerme católica.

Después de dos años de estudios de la historia de la Iglesia y de la Biblia, llegué a convencerme de que la Iglesia católica contiene la verdad revelada en plenitud y que Jesús le dio la autoridad para dirigir la Iglesia a Pedro como obispo de Roma. El 3 de abril de 1999, vigilia pascual, fui recibida en la una, santa, católica y apostólica Iglesia.
74

74Es un resumen del testimonio que se puede encontrar en internet en www.chnetwork.org/converts.htm