¿Son válidas nuestras confesiones?





Jesús a monseñor Ottavio Michelini, Italia 1975

Confesiones sacrílegas

La Misericordia de Dios no es solo grande sino que es infini­ta, pero esto no autoriza a ninguno a abusar de ella en un modo tan vergonzoso.
Es importante, hijo, y por eso te repito esta cosa: "¡No os volváis de administradores de la justicia divina, en cómpli­ces del demonio, de instrumentos de salvación, en instru­mentos de perdición!".
De Dios no se puede uno reír impunemente. Las palabras con las que Yo he instituido este medio de salvación, son de una cla­ridad inequívoca: Perdonar o retener los pecados.

No puede haber Confesión válida sin arrepentimiento sincero, no puede haber arrepentimiento sincero sin un se­rio y eficaz propósito de no querer pecar más.
Muchas Confesiones son nulas. Muchas son dos ve­ces sacrílegas. Quien se confiesa sin tener las disposiciones requeridas y quien absuelve sin cerciorarse que las requeridas dispo­siciones existan, profana el sacramento y comete un sacrilegio. 
Envilece este prodigioso medio de salvación, transmutándolo en medio de perdición, aquel sa­cerdote que se hace cómplice del malvado designio de Sa­tanás.  No busca a Dios ni el bien de las almas, sino se busca a sí mismo y es en verdad terrible anteponer a sí mismo a Dios.

—Entonces Señor...

Sí,  hijo mío, no estúpido rigor, sino rectitud y jus­ticia.
¿Porqué habría dicho a los Apóstoles y a sus suceso­res: "Andad, y a todos aquellos a quienes perdonareis los pecados les serán perdonados y a quienes se los retuviereis les serán retenidos?”  Es evidente que con estas palabras se les pide un serio y equilibrado juicio que no admi­te compromisos con ninguno, ni con la propia conciencia, ni con el penitente y mucho menos Conmigo.

Ya nada es pecado

Muchas cosas, hijo mío, voluntariamente las repito para imprimir mejor en el alma de mis sacerdotes este pun­to focal de la pastoral actual.  Sí, se absuelve todo y a todos sin ninguna discriminación.
Para muchos sacerdotes es además tan fácil absolver, porque ya nada es pecado...
La pureza ya no es una virtud;  la paternidad res­ponsable, que justamente entendida es cosa buena, se ha vuelto motivo de todas las licencias en las relaciones matrimoniales.

Bajo el pretexto de favorecer la cultura se autorizan las lecturas más perjudiciales en las que los gérmenes de la lujuria y de los errores filosóficos y teológicos se arrojan sin parsimonia.

Hoy todo está basado en el fraude, en el hurto; la justicia exige que el confesor se asegure del serio, eficaz propósito de restituir lo quitado.  Muchísimas veces, ni siquie­ra se advierte al penitente de este estricto deber.

En nombre del progreso, para convencer al penitente que el confesor es hombre moderno a la altura de los tiempos se cierran ambos los dos ojos.

Estas cosas se pasan por alto por quien tiene la responsabilidad de combatir el mal desde sus raíc­es, siempre, en todas partes y sin descanso para no ser superados (como en verdad lo seréis) en esta oscu­ra y tremenda hora que estáis a punto de vivir.

Te bendigo y Conmigo te bendicen la Madre y San José.